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Nada ni nadie nos impide aprender... ¿o sí?

La educación es algo que nunca vas a terminar

ISAAC ASIMOV (1920 – 1992)


Isaac Asimov. Seguro lo conoces de algún lado. Y si ese no es el caso… Déjame decirte que lo acabas de hacer: su nombre ya ha aparecido dos veces en este artículo. Si llegaste aquí buscando datos de la vida y obra de este escritor, tal vez este no sea el lugar indicado, pero te doy algunos para compensar: autor de Yo, Robot, la Trilogía de la Fundación, y creador de las tres leyes de la robótica.


¿No te has ido ya? Bueno, en vista de que piensas quedarte, espero que salgas de aquí habiendo aprendido algo interesante. En esta ocasión, nos vamos de viaje a los ochenta, no por la música o los letreros de neón, sino por un artículo titulado El culto a la ignorancia.

Antes de empezar, te propongo un ejercicio: lee esta frase con atención y saca tus conclusiones.


No confíes en los expertos.

Tómate tu tiempo, no hay afán.


Ahora, ¿podrías explicarme si esta sentencia tiene algún sentido? Escribiría la respuesta aquí mismo, aunque eso haría que se pierda el punto del ejercicio. Si no lo realizaste, te lo dejo de tarea. Lee y comprende. Y cuando hayas leído y comprendido, puedes volver si lo deseas. 


Como veo que volviste, déjame hacerte una pregunta. Te pido sinceridad:

 

¿Qué tanto aprendes cuando usas internet? De lo que sea: matemáticas, ciencia, moda, actualidad, etc. La respuesta, en todo caso, nunca será la misma. De cualquier forma, todos aprovechamos el potencial de esta herramienta de maneras diferentes con infinidad de propósitos.


Una última pregunta: ¿Qué es lo primero que piensas cuando oyes la palabra Internet? Memes, redes sociales, vídeos, influencers… ¿Y qué sucede con conocimiento, artículos, información, infinidad de fuentes de aprendizaje? Son las cosas que suelen quedarse en el fondo del barril y que, cuando las ves, las sacas de mala gana o las dejas ahí.


Internet se ha convertido en el perfecto sinónimo del ocio mal encaminado, el repositorio del contenido absurdo y banal. Mucho estímulo y poca reflexión; sobra acción y falta pausa. Es la nueva caja idiotizante, título que se le fue arrebatado sin piedad a la televisión —después de todo, no se puede ir al baño o viajar en bus con una tele a cuestas—. Esto es lo que podrían decirte uno o varios resentidos con los medios de comunicación (solo por aclarar, no estoy usando esto como un peyorativo), y la verdad, no me quejaría.


No daré la apariencia del que mucho sabe y poco hace: soy un consumidor pasivo y pretencioso que se traga juiciosamente todo lo que le dan, como un bebé al que le haces avioncito. No obstante, me conviene soltar esta diatriba, tan real como lo inútil de mencionarla, por la esperanza de que alguien menos afectado que yo pueda evitar convertirse en otro zombi en la pandemia del brain rot.


¿Qué tiene que ver este berrinche con Asimov? No te preocupes, ya llegamos ahí.


Isaac publicó El culto a la ignorancia en 1980, una época en donde los políticos del gigante americano comenzaron a simplificar sus discursos cada vez más, con el fin de darse a conocer a una masa creciente de incautos iletrados. Bajo la falacia de que «mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento» para definir la democracia, falacia presuntamente originada con el fin de no excluir a nadie de las decisiones importantes, el gobierno estadounidense se dispuso a promulgar la cultura del anti intelectualismo, cuya finalidad es darles a los ignorantes los mismos privilegios que a los intelectuales. Voy a citar un fragmento del vídeo «La VICTORIA de la ESTUPIDEZ humana y el ANTI-INTELECTUALISMO», del usuario «Más libros», que habla sobre el fenómeno del anti intelectualismo en el campo de la política (3:27 – 3:40).


«El mundo está lleno de líderes sumamente populistas que afirman querer salvar al mundo con la fuerza de sus ideales, pero de teorías, planes y datos se habla poco. Lo peor es que el pueblo toma sus decisiones basadas en emociones: al que más simpático resulte, ese es». 


¿Alguna vez fuiste testigo de una discusión, ya sea en público o en internet, donde el tipo de los argumentos veraces y elaborados era menospreciado y tachado de cerebrito? ¿De dónde surge la pelea? ¿Envidia, desprecio al conocimiento? Puede tratarse de una combinación de pensamientos subyacentes. Tal vez hayas notado que estas guerras se prolongan por la necesidad de cada involucrado de tener la razón y alzarse como el campeón de un debate sin pies ni cabeza (y, francamente, da igual si quien lo comenzó era un experto en el tema o no). El problema es que no se piensa antes de hablar, por lo que alguien preparado que llegue a toparse con esto no sabría si reír o llorar.

 

Ni siquiera se tiene que ser un experto para entender los debates que priman en internet. Hay gente (como yo) que puede pelear durante horas sobre si la teoría de alguna serie de Netflix es cierta o no, haciendo uso de los más minuciosos detalles de las tomas y acciones de los personajes; sin embargo, muchas de estas personas siguen creyendo que Simón Bolívar fue colombiano. No se llega a ninguna conclusión o debate civilizado. Es la misma clase de gente que te dice que los libros son aburridos o han quedado obsoletos desde hace varios siglos.


Lo aceptemos o no, nos encanta sobresalir en lo que sea, y cuando alguien nos supera, nos resentimos en vez de aprender. Es más fácil atacar que aceptar un golpe al orgullo.

 

¿Qué estamos concluyendo hasta este punto? Que, en pos de garantizar la participación de todo el mundo, o de aumentar el alcance de una esfera de influencia y manipulación, la gente se ha ido idiotizando; después estos idiotas llegan al poder y esparcen su mensaje en internet con otros idiotas que se lo van a creer y se lo pasarán a los idiotas que serán sus hijos o sobrinos. Parte clave del anti intelectualismo radica en aquel desprecio por las cosas complicadas y elaboradas, todo lo que se tome su tiempo en satisfacerte. Como nos encanta el tiempo libre, jugar en línea y deslizar el dedo por la pantalla, recibiendo estímulos auditivos y visuales desde todas partes a la vez, buscamos terminar rápido las tareas largas y aburridas. Total, en la vida podré prescindir de operaciones algebraicas o conocer la diferencia entre ética y moral, incluso cuando mi hijo me lo consulte.


Ocho años después de publicar aquel artículo, Asimov sería entrevistado por el periodista Bill Moyers. De esta entrevista destaca un fragmento que podría ir de la mano con el artículo del que hablamos antes, que no hace más que reforzar el amor de este hombre por el aprendizaje y el conocimiento; un amor que, por desgracia, se va extinguiendo un poquito más con cada año que pasa.


Nuestro amigo Isaac fue testigo del nacimiento de internet como lo conocemos, en una versión muy primitiva. Se le ve ilusionado con la idea de su impacto inminente en la sociedad, y tiene altas expectativas sobre el uso de los ordenadores personales en el aprendizaje. Parafraseo un poco sus palabras: cada alumno al regresar de la escuela podrá investigar en internet sobre los temas que le gusten, a su ritmo, a su modo, sin presiones ni contratiempos. ¡Todo en la comodidad de su hogar! ¡Qué dicha complementar las anotaciones de la escuela con lo que te puedes encontrar en la web en una tarde, libre de clases de una hora y de profesores vigilantes!


Claro, una herramienta tan valiosa no podría ser manipulada tan fácilmente... ¿no?


Bueno, ahorita aceptamos cookies sin pensarlo demasiado, lo que resulta en más anuncios, más antojos, más distracciones… ¿Tarea? El primer enlace me sirve, Wikipedia me sirve. Todo el mundo la usa, ¿no? ¿Que Chat GPT me investiga esto en un segundo? ¿Ni siquiera tengo que leer un párrafo o buscar fuentes durante horas o incluso minutos? ¡Eso significa más horas para ejercitar mi dedo pulgar! Es mejor que no hacer nada, ¿verdad?


Nada ni nadie nos impide aprender... ¿o sí?


Cuando estamos haciendo un ensayo, una tesis, una presentación, una exposición, en medio de una intensa búsqueda de información, ¿no nos entran ganas de revisar Facebook, Instagram, o las notificaciones de YouTube y WhatsApp? Y entonces te quedas atrapado. Pasas un buen rato poniéndote al día con las tendencias y, entonces, cuando tus ojos cansados apartan la vista del celular… ¡Sorpresa! Son las once de la noche y te has olvidado de la cartulina.


¿Quieren saber lo que para mí es peor? El tono que se le nota a este señor cuando piensa en las cosas maravillosas que vendrán con la expansión de internet, una biblioteca colosal, en donde todo el conocimiento histórico, matemático, filosófico o científico, se almacena y se preserva para siempre, información a la que todo el mundo podrá tener acceso en un futuro cercano. Imagina cómo los deportistas podrían convertirse en grandes matemáticos o profesores de física gracias a su interés inicial en el béisbol y lo que pueden aprender de la materia con la ayuda de internet. Cito algunas de sus mejores palabras a continuación:

 

«Hoy en día, lo que las personas llaman “aprendizaje” es algo impuesto, y todo el mundo está obligado a aprender la misma cosa, al mismo tiempo, al mismo ritmo, en clase, y todas las personas son diferentes: para algunos, es demasiado rápido; para otros, demasiado lento; y para algunos, es la dirección equivocada. Pero démosle una oportunidad, como complemento de la escuela —y no hablo de abolir la escuela, pero sí como complemento de ella— para seguir su vocación desde el inicio».


Y, bueno, ¿qué representa el internet de ahora? Un mar de polémicas, un ambiente hostil donde todos se atacan a rasguños y mordiscos por alcanzar una verdad, o se ponen en riesgo o en ridículo para ganarse el cariño de los algoritmos en las redes sociales más prominentes.


Podría terminar el artículo aquí, con una conclusión desoladora para todos quienes hacen un uso más competente de la web; imaginar a Isaac, soltando una lagrimita en su tumba al ver lo que pasó; imaginar nuestro mundo siendo controlado por asnos con nula experiencia, pero mucho poder… Sin embargo, no todo es tan malo.

Algunos comentarios en un vídeo que muestra esta sección de la entrevista me hicieron caer en cuenta, ahora que escribo estas palabras, que la predicción de Asimov, por más ingenua que pueda verse hoy en día, se cumplió.


Estoy seguro de que muchos que lean esto forman parte de Skolmi (este es nuestro periódico y somos también sus principales lectores). ¿Qué es Skolmi? Una plataforma de aprendizaje virtual en donde podemos estudiar con menos presiones, en nuestros hogares y a un ritmo más cómodo. Nos ofrecen varios temas para analizar, nos invitan a descubrir nuevas pasiones o áreas de interés y se premia la creatividad. Es el mejor ejemplo que se me ocurre, y me sorprende no haberlo visto cuando terminé de ver aquel vídeo por primera vez.


Además, lento pero seguro, han surgido creadores de contenido dedicados a divulgar conocimiento de una manera entretenida y divertida para todo el mundo, adaptándose al formato más consumido que son los vídeos cortos. El interés de algunas personas puede volver a despertar, y de ese modo, volveremos a descubrir el placer de aprender y analizar.


Tú estás aquí, posible editor o posible estudiante o posible internauta al azar, leyendo todo lo que quieres saber sobre un tema que te gusta. Y ahora, según uno de los comentarios de aquel vídeo —bajo el título de «Isaac Asimov predice el aprendizaje por internet en 1988»—, las palabras de este gran hombre quedaron almacenadas para la posteridad en la inmensa biblioteca digital del internet. Te invito a buscarla en YouTube. Hay respuestas igual de interesantes que ya no me caben en este documento.


Yo pienso que nada ni nadie nos impide aprender, salvo nosotros mismos. No voy a darte fórmulas mágicas o soluciones rápidas para dejar de procrastinar. Basta con tener ganas de aprender, amor por el conocimiento y mucha, mucha fuerza de voluntad. Y no es fácil, te lo digo por experiencia. Lo más difícil de todo es empezar, pero una vez que lo consigues, ya no es posible parar.


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