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Se pierde una batalla, pero nunca la guerra: Un diagnóstico que te cambia la vida

Se pierde una batalla, pero nunca la guerra: Un diagnóstico que te cambia la vida

Antes de comenzar, quiero compartir que este artículo es muy personal para mí. Hablar de

este tema no es solo un ejercicio de escritura, sino una forma de conectar con algo que me

toca profundamente. Para mí, este tema es de suma importancia, es un tema que afecta a

muchas personas, por eso eh decidido hablar de ello desde mi experiencia y la de alguien

cercano a mí, un tema que afecta hasta a los más cercanos a nosotros...

El cáncer es una realidad que ha afectado a innumerables personas, no solo en nuestra

época, sino a lo largo de la historia. Es un enemigo silencioso que puede irrumpir en

nuestras vidas y en las de aquellos que más amamos, haciéndonos enfrentar una lucha

que a veces parece insuperable. Pero también es una oportunidad para descubrir la fuerza

y la esperanza que llevamos dentro.


A todos aquellos que están enfrentando esta enfermedad, quiero compartirles algo desde

el fondo de mi corazón, lo más importante en esta batalla es “No pensar de manera

anticipada que algo malo pueda llegar a pasar, sin haber transcurrido” ¿Qué quiero decir

con esto? Lo que trato de decir es que no debemos anticipar el mal que podría o no suceder

en el futuro antes de que llegue.

No debemos permitir que el miedo nos condicione, no debemos creer que lo peor siempre

nos ocurrirá, no debemos condicionarnos de mala manera sin que un evento ocurra,

simplemente porque el temor a lo desconocido, un miedo que persigue hasta a los más

sanos, el miedo a la muerte...


Si nos dejamos llevar por el pensamiento de que solo nos esperan cosas malas,

terminamos sufriendo dos veces: Primero en nuestra mente, y luego, si llega a suceder, en

la realidad. Y si esos temores nunca se materializan, habremos sufrido en vano. Es un peso

innecesario que, desde una perspectiva sencilla, podemos ver como una carga absurda que

nos imponemos sin darnos cuenta. Pero esta lucha no se trata solo de aceptar lo que viene;

es una batalla larga que debemos librar junto a nuestros seres queridos, llenándonos de

pensamientos positivos que nos fortalezcan en cada paso del camino.


Salir adelante de este proceso es un desafío enorme, uno que puede parecer insuperable.

Pero quiero recordarte que no estás solo, con el apoyo incondicional de tus seres queridos,

y sobre todo con la fe en Dios, es posible ganar esta batalla y seguir adelante con tu vida.

Con esto me gustaría citar una frase esencial en momentos como este: “Hay que luchar,

siempre hay alguien que te necesita y te espera con mucho amor y paciencia” No olvides

eso, debes continuar con fuerza, sin rendirte, recuerda que siempre habrá alguien que está

esperando con esperanza y amor a que tu batalla llegue a su fin.


Con esto llego a un tema fundamental para superar esta lucha: el apoyo emocional. Es bien

sabido que un diagnóstico de cáncer supone un impacto emocional significativo. Las

funciones sociales, laborales y físicas pueden verse profundamente afectadas, y ese

malestar no solo afecta al paciente, sino que se extiende también a la familia y los amigos.

Las reacciones más comunes ante esta situación suelen ser miedo, ira, enojo o culpa. Sin

embargo, cada persona reacciona de manera única, dependiendo del estadio de la

enfermedad, los tratamientos, y, sobre todo, del apoyo emocional y familiar que reciba.

El apoyo emocional es un pilar crucial durante todo el proceso de la enfermedad y los

tratamientos. Puede marcar la diferencia en cómo una persona se adapta y acepta la

enfermedad, mejorando así su calidad de vida.


La familia tiene un papel indispensable en este proceso. Deben brindar apoyo emocional

creando nuevos vínculos con el paciente, ayudándolo en su cuidado, acompañándolo en sus

consultas y, sobre todo, estando presentes emocionalmente. Permitir que el paciente se

desahogue, que exprese cómo se siente, es fundamental. Del mismo modo, el paciente

también debe permitirse ser cuidado y apoyado.


Reflexionando sobre todo lo que hemos compartido aquí, quiero decirte algo que ha

resonado en mi corazón a lo largo de esta experiencia: La vida, con todas sus adversidades,

nos enseña a descubrir la fuerza que no sabíamos que teníamos. El cáncer, aunque temido

y desafiante, no tiene que ser el final de nuestra historia. Es una prueba, una batalla, que

aunque difícil, nos ofrece la oportunidad de encontrar lo mejor de nosotros mismos y de

aquellos que nos rodean.


A lo largo de este viaje, he visto cómo el amor y el apoyo de nuestros seres queridos se

convierten en un escudo que nos protege del miedo y la desesperación. He aprendido que

la fe, en Dios o en aquello que nos da esperanza, es una luz en la oscuridad, una guía que

nos impulsa a seguir adelante incluso cuando todo parece perdido.


La batalla contra el cáncer no es solo una lucha física, es también una lucha emocional y

espiritual. Pero al final, lo que realmente importa no es solo el resultado, sino el viaje. Es

en ese viaje donde encontramos la verdadera fortaleza, el coraje para enfrentar lo que

venga, y la certeza de que, pase lo que pase, nunca estamos solos.


Así que, si estás leyendo esto, quiero que sepas que tu historia importa, que tu lucha es

valiosa, y que siempre habrá alguien que te necesite y te espere con amor. Nunca pierdas

de vista esa verdad. La guerra no se pierde mientras sigamos luchando.

Por eso, todo este artículo es para ti, mamá. Desde el primer momento en que supe lo que

significa enfrentar una batalla como esta, comprendí que todo lo que soy y todo lo que

puedo ofrecerle al mundo lo aprendí de ti. Tú eres mi mayor fuente de fuerza, mi ejemplo

de amor incondicional y valentía.


Cuando pienso en lo que significa luchar, pienso en ti. En tu capacidad de enfrentar cada

día con una sonrisa, en tu determinación de nunca rendirte, incluso cuando el camino se

pone difícil. Este artículo es un reflejo de todo lo que me has enseñado, de la importancia

de mantenernos firmes y esperanzados, y de la certeza de que, pase lo que pase, siempre

estaremos juntos.


Mamá, eres mi heroína. Gracias por ser mi roca, por enseñarme que el amor es el arma

más poderosa en cualquier batalla, y por mostrarme que, con fe y coraje, cualquier guerra

puede ser ganada. Este artículo es mi forma de decirte cuánto te admiro y cuánto te amo.

Todo lo que he escrito aquí es un tributo a ti, a tu fuerza, y a la luz que siempre traes a mi

vida.

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