Se pierde una batalla, pero nunca la guerra: Un diagnóstico que te cambia la vida
- Andrés Sebastián Ahumada García
- 3 sept 2024
- 5 Min. de lectura
Se pierde una batalla, pero nunca la guerra: Un diagnóstico que te cambia la vida
Antes de comenzar, quiero compartir que este artículo es muy personal para mí. Hablar de
este tema no es solo un ejercicio de escritura, sino una forma de conectar con algo que me
toca profundamente. Para mí, este tema es de suma importancia, es un tema que afecta a
muchas personas, por eso eh decidido hablar de ello desde mi experiencia y la de alguien
cercano a mí, un tema que afecta hasta a los más cercanos a nosotros...
El cáncer es una realidad que ha afectado a innumerables personas, no solo en nuestra
época, sino a lo largo de la historia. Es un enemigo silencioso que puede irrumpir en
nuestras vidas y en las de aquellos que más amamos, haciéndonos enfrentar una lucha
que a veces parece insuperable. Pero también es una oportunidad para descubrir la fuerza
y la esperanza que llevamos dentro.
A todos aquellos que están enfrentando esta enfermedad, quiero compartirles algo desde
el fondo de mi corazón, lo más importante en esta batalla es “No pensar de manera
anticipada que algo malo pueda llegar a pasar, sin haber transcurrido” ¿Qué quiero decir
con esto? Lo que trato de decir es que no debemos anticipar el mal que podría o no suceder
en el futuro antes de que llegue.
No debemos permitir que el miedo nos condicione, no debemos creer que lo peor siempre
nos ocurrirá, no debemos condicionarnos de mala manera sin que un evento ocurra,
simplemente porque el temor a lo desconocido, un miedo que persigue hasta a los más
sanos, el miedo a la muerte...
Si nos dejamos llevar por el pensamiento de que solo nos esperan cosas malas,
terminamos sufriendo dos veces: Primero en nuestra mente, y luego, si llega a suceder, en
la realidad. Y si esos temores nunca se materializan, habremos sufrido en vano. Es un peso
innecesario que, desde una perspectiva sencilla, podemos ver como una carga absurda que
nos imponemos sin darnos cuenta. Pero esta lucha no se trata solo de aceptar lo que viene;
es una batalla larga que debemos librar junto a nuestros seres queridos, llenándonos de
pensamientos positivos que nos fortalezcan en cada paso del camino.
Salir adelante de este proceso es un desafío enorme, uno que puede parecer insuperable.
Pero quiero recordarte que no estás solo, con el apoyo incondicional de tus seres queridos,
y sobre todo con la fe en Dios, es posible ganar esta batalla y seguir adelante con tu vida.
Con esto me gustaría citar una frase esencial en momentos como este: “Hay que luchar,
siempre hay alguien que te necesita y te espera con mucho amor y paciencia” No olvides
eso, debes continuar con fuerza, sin rendirte, recuerda que siempre habrá alguien que está
esperando con esperanza y amor a que tu batalla llegue a su fin.
Con esto llego a un tema fundamental para superar esta lucha: el apoyo emocional. Es bien
sabido que un diagnóstico de cáncer supone un impacto emocional significativo. Las
funciones sociales, laborales y físicas pueden verse profundamente afectadas, y ese
malestar no solo afecta al paciente, sino que se extiende también a la familia y los amigos.
Las reacciones más comunes ante esta situación suelen ser miedo, ira, enojo o culpa. Sin
embargo, cada persona reacciona de manera única, dependiendo del estadio de la
enfermedad, los tratamientos, y, sobre todo, del apoyo emocional y familiar que reciba.
El apoyo emocional es un pilar crucial durante todo el proceso de la enfermedad y los
tratamientos. Puede marcar la diferencia en cómo una persona se adapta y acepta la
enfermedad, mejorando así su calidad de vida.
La familia tiene un papel indispensable en este proceso. Deben brindar apoyo emocional
creando nuevos vínculos con el paciente, ayudándolo en su cuidado, acompañándolo en sus
consultas y, sobre todo, estando presentes emocionalmente. Permitir que el paciente se
desahogue, que exprese cómo se siente, es fundamental. Del mismo modo, el paciente
también debe permitirse ser cuidado y apoyado.
Reflexionando sobre todo lo que hemos compartido aquí, quiero decirte algo que ha
resonado en mi corazón a lo largo de esta experiencia: La vida, con todas sus adversidades,
nos enseña a descubrir la fuerza que no sabíamos que teníamos. El cáncer, aunque temido
y desafiante, no tiene que ser el final de nuestra historia. Es una prueba, una batalla, que
aunque difícil, nos ofrece la oportunidad de encontrar lo mejor de nosotros mismos y de
aquellos que nos rodean.
A lo largo de este viaje, he visto cómo el amor y el apoyo de nuestros seres queridos se
convierten en un escudo que nos protege del miedo y la desesperación. He aprendido que
la fe, en Dios o en aquello que nos da esperanza, es una luz en la oscuridad, una guía que
nos impulsa a seguir adelante incluso cuando todo parece perdido.
La batalla contra el cáncer no es solo una lucha física, es también una lucha emocional y
espiritual. Pero al final, lo que realmente importa no es solo el resultado, sino el viaje. Es
en ese viaje donde encontramos la verdadera fortaleza, el coraje para enfrentar lo que
venga, y la certeza de que, pase lo que pase, nunca estamos solos.
Así que, si estás leyendo esto, quiero que sepas que tu historia importa, que tu lucha es
valiosa, y que siempre habrá alguien que te necesite y te espere con amor. Nunca pierdas
de vista esa verdad. La guerra no se pierde mientras sigamos luchando.
Por eso, todo este artículo es para ti, mamá. Desde el primer momento en que supe lo que
significa enfrentar una batalla como esta, comprendí que todo lo que soy y todo lo que
puedo ofrecerle al mundo lo aprendí de ti. Tú eres mi mayor fuente de fuerza, mi ejemplo
de amor incondicional y valentía.
Cuando pienso en lo que significa luchar, pienso en ti. En tu capacidad de enfrentar cada
día con una sonrisa, en tu determinación de nunca rendirte, incluso cuando el camino se
pone difícil. Este artículo es un reflejo de todo lo que me has enseñado, de la importancia
de mantenernos firmes y esperanzados, y de la certeza de que, pase lo que pase, siempre
estaremos juntos.
Mamá, eres mi heroína. Gracias por ser mi roca, por enseñarme que el amor es el arma
más poderosa en cualquier batalla, y por mostrarme que, con fe y coraje, cualquier guerra
puede ser ganada. Este artículo es mi forma de decirte cuánto te admiro y cuánto te amo.
Todo lo que he escrito aquí es un tributo a ti, a tu fuerza, y a la luz que siempre traes a mi
vida.
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