El arte de desaprender

Muchos hablamos de aprender, pero ¿acaso no desaprendemos también? La RAE (Real Academia Española) describe aprender como: adquirir conocimientos a través del estudio o la experiencia.

Los seres humanos somos así: aprendemos cosas no solo por estudiar o meditar en algo, sino por entornos, experiencias, personas y momentos que nos marcan. A través de ellos aprendemos, absorbemos, creamos significado. Y eso está bien… hasta que ya no lo está.

¿Qué es desaprender? En psicología, desaprender es el esfuerzo consciente de abandonar los patrones conocidos y abrirse a nuevas maneras de hacer las cosas. Es cuestionar lo aprendido, revisar lo que nos habita, y atrevernos a hacer espacio para algo distinto.

¿Cómo puede ser esto un arte? Porque desaprender no es solo olvidar lo que ya no sirve. Es mirar de frente lo que alguna vez funcionó, lo que alguna vez creímos verdad, lo que nos protegió o impulsó… y tener el valor de soltarlo. Eso requiere sensibilidad, paciencia, y sobre todo, intención.

El arte de desaprender se parece al proceso de un artista: primero se crea, se ensaya, se experimenta. Luego, se evalúa, se borra, se reconstruye. Como todo en la vida, esto funciona así. Y no se borra porque lo anterior no tuviera valor, sino porque hay algo nuevo queriendo emerger.

Es como una huerta: se siembra, germina, crece… y en algún momento hay que podar, cosechar, volver a preparar la tierra. A veces da mucho, a veces poco, pero todo es apreciable. Es también como el acto de hacer maletas para mudarse: no todo cabe, no todo se necesita. Hay que decidir qué llevar, qué donar, qué soltar con gratitud. Y hay cosas que, aunque nos acompañaron durante años, hoy ya no hacen parte de nuestro viaje.

Desaprender es como limpiar un lienzo: no porque el trazo anterior esté mal, sino porque queremos pintar algo nuevo. Y hay belleza en esa pausa, en ese espacio en blanco que parece vacío, pero está lleno de posibilidades. A veces, desaprender se siente como romper un jarrón que hicimos con nuestras propias manos. Pero también es recordar que el barro sigue ahí, disponible para crear otra forma, una que se ajuste mejor a lo que somos hoy.

Desaprender es reconocer que crecer no siempre se trata de acumular, sino muchas veces de aligerarse. Evaluar lo que llevamos dentro con conciencia y decidir si dejarlo en mí o quitarlo. Dejar espacio para lo inesperado, lo incierto, lo que hoy tiene más sentido. Todos los que alguna vez quisieron crear algo nuevo y diferente tuvieron que desaprender lo común, para dar paso a lo extraordinario.

Es un arte porque no se logra de la noche a la mañana. Es un ejercicio constante de humildad, de escucha, de volver a empezar. Y como todo arte, se practica. Desaprender es, tal vez, el acto más valiente de quien desea transformarse. Porque para abrirle la puerta a lo nuevo, primero hay que tener el coraje de despedirse de lo que ya no vibra igual.