Bajo el cielo estrellado
- Juan José Tunjano Comba
- 30 jul 2024
- 2 Min. de lectura
Le rogué al destino que el camino
fuese igual, pero al final no sucedió.
¿Será casualidad, o es la vida
jugando sin dejarnos escapar?
Porque tú te vas, lo intento yo también,
soy el reflejo de un fantasma del presente,
que quiso fallecer al reconocer
que no vale la pena luchar sólo para fracasar.
Quizás fue un eco del ayer,
un recuerdo vacío que me invita a volver.
Pero no quiero estar en la misma oscuridad,
persiguiendo una luz que se niega a cesar.
En mi soledad encuentro la verdad,
demostraré mi fuerza, no me dejaré vencer.
Sé que todo se fue, pero aún puedo respirar.
Si el tiempo insiste en burlarse de mi pesar,
no hay problema, me guía una estrella del mar.
Entre las sombras me lleva, me enseña a navegar,
y aunque el recuerdo duela, sé que un día pasará.
Los relojes se quemaron de esperar,
mis horas se convirtieron en cenizas al no verte llegar,
los minutos fueron falsas promesas que esperé,
jurando escuchar tus susurros en el vago suspiro del viento.
Porque tú te fuiste, y yo aquí me quedé,
encontraré mi rumbo, no me perderé por ti.
La vida es así, un vaivén sin fin,
seguiré adelante, sin dejarme abatir.
Te busqué perdido entre estrellas,
ignorando el chillido que me gritaba: "ese no soy yo".
Cometí una acción atroz,
sellando en mis labios el fuego intenso de mi voz.
En este silencioso camino de incertidumbre,
resurge la fuerza para liberar la verdad;
que mi boca se queme, y el sello de mi pecado de amor se libere.
Aunque el fuego de tu ausencia duele,
y las llamas del ferviente deseo me envuelven,
las lágrimas evaporadas por la ardiente prueba
se convierten en puros diamantes,
iluminando mi camino y purificando mi alma.
Cada cicatriz es un testimonio de superación,
cada desafío una oportunidad de crecer,
cada paso hacia adelante una afirmación de mi fuerza.
El calor de las rocas,
el perfume que adorna a la playa,
el recio rugir del mar,
y la vista de un nuevo amanecer por abrazar,
me permiten encontrar la calma para seguir luchando.
Tú me hiciste sentir que podía tener el sol en las palmas de mis manos,
pero el roce de nuestros labios era más cálido,
una brasa que encendía mi pasión,
una chispa que iluminó mi sendero de amor.
El susurro del viento acaricia mi piel cómo solían hacerlo tus manos,
mientras la tranquila marea besa mis pies descalzos,
cada ola que llega a la orilla recuerda nuestro encuentro,
cada grano de arena testigo de nuestro amor compartido.
Y así, bajo el cielo estrellado,
miro hacia el atardecer buscando tus ojos miel,
tu ausencia dejó un cráter en mi interior,
un dulce recuerdo que jamás dejará de doler.
Caminaré entre exiliados,
con la única certeza de que te amé con toda mi fuerza.
Mis heridas sanaran y la luna me guiará,
pero tu recuerdo vivirá siempre en mí.
En cada mañana,
en cada sorbo de café,
te encontraré en los rincones de mi memoria,
porque, aunque te hayas ido,
te guardaré un espacio en mi cielo,
para que siempre seas esa estrella que no paró de brillar.
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